sábado, 10 de noviembre de 2007

JOSÉ ANGEL BUESA


José Angel Buesa nació el 2 de septiembre de 1910 en Cruces, provincia de Las Villas, Cuba. Era un poeta romántico con un claro tono de melancolía a través de toda su obra poética, que es primordialmente elegíaca. Se le ha llamado el "poeta enamorado", fue posiblemente el más popular de los poetas en Cuba en su época. Su popularidad se debía en gran parte a la claridad y profunda sensibilidad de su obra. Muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, ruso, polaco, japonés y chino. Otros muchos han sido musicalizados o recitados en unos 40 discos de larga duración. Fue también novelista y escritor de libretos para la radio y la televisión cubanas, también fue director de célebres programas radiales en las estaciones RHC-Cadena Azul y CMQ.

Comienza a escribir a los 7 años de edad, trasladándose posteriormente a Cienfuegos para estudiar en el colegio de los Hermanos Maristas. El ambiente de ésta localidad ejercerá su influjo en su obra posterior. Aún joven, se traslada a La Habana a trabajar, consiguiendo tiempo para tomar parte de los grupos literarios de su época.

En los últimos años de su vida, vivió como exilado fuera de Cuba y se dedicó a la enseñanza, ejerciendo como catedrático de literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña en la República Dominicana. Murió allí el 14 de agosto de 1982.

Tomado de Wikipedia.

A MÍ ME ENCANTAN LOS POEMAS DE BUESA. NO SON SÓLO MELANCÓLICOS Y ROMÁNTICOS SINO, ANTE TODO, GIRAN EN TORNO DE LO QUE PODRÍAMOS LLAMAR UNA SERENA RESIGNACIÓN POR LO QUE YA NO PUEDE SER.

Amor tardío

Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.
 
Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.
 
Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
 
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...

Brindis

He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.
 
Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.
 
Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor
embriagarse de vino que embriagarse de amor...
 
Y así mientras tú bebes, sonriéndome -así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti...

Canción de la espera

Espero tu sonrisa y espero tu fragancia
por encima de todo, del tiempo y la distancia.
Yo no sé desde dónde, hacia dónde, ni cuándo
regresarás... sé sólo que te estaré esperando.
 
En lo alto del bosque y en lo hondo del lago,
en el minuto alegre y en el minuto aciago,
en la función pagana y en el sagrado rito,
en el limpio silencio y en el áspero grito.
 
Allí donde es más fuerte la voz de la cascada,
allí donde está todo y allí donde no hay nada,
en la pluma del ala y en el sol del ocaso,
yo esperaré el sonido rítmico de tu paso.
 
Comprendo que de mí ya se ría la gente
al ver cómo te espero desesperadamente.
Cuando todos los astros se apaguen en el cielo,
cuando todos los pájaros paralicen el vuelo
cansados de esperarte, ese día
lejano yo te estaré esperando todavía.
 
No importa: aunque me digan todos que desvarío,
yo te espero en las ondas musicales del río,
en la nube que llega blanca de su trayecto,
en el camino angosto y en el camino recto.
 
Niño, joven o anciano, sonriendo o llorando,
en el alba o la tarde, yo te estaré esperando,
y si me convenciera que ese ansiado día
no habría de llegar, también te esperaría.

Canción cotidiana

Tu amor llegó calladamente;
calladamente se me fue...
Porque el amor es una fuente
que se nos seca de repente,
sin saber cómo ni por qué.
 
Amor de un beso que se olvida
y de un suspiro que se va;
amor de paso en nuestra vida,
pues se le da la bienvenida
cuando tal vez se aleja ya.
 
Así tu amor fue como el mío,
mujer de un claro atardecer:
amor que pasa como un río,
sin estancarse en el hastío
ni repetirse en el placer.
 
Amor feliz que da sin tasa,
pues sólo pide, a cambio, amor;
amor que deja, cuando pasa,
no la ceniza de una brasa,
sino el perfume de una flor.
 
Amor que al irse no está ausente;
amor sin dudas y sin fe,
como este amor intrascendente,
que, si llegó calladamente,
calladamente se fue...

EN EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS, LOS DIOSES REPARTIERON DONES A TODOS LOS SERES Y LAS COSAS. A LA RAZA HUMANA NOS DIO LA PALABRA. DESDE ENTONCES, LOS POETAS NO HACEN MÁS QUE TRADUCIR EN POESÍA LA MÚSICA DEL UNIVERSO.