RAMÓN COTE BARAIBAR (Colombia-1963)
GINEVRA BENCI
Hay algo superior
Al amor
Y es el olvido
Porque silenciosamente
Va limando
Puliendo
Despojando
Todo lo que por pasión
O soledad
Consideramos alguna vez eterno.
Un día cualquiera lo advertimos
Cuando al querer recordar la cara
De una mujer mil veces besada
En lugar de repasar sus párpados
Extraviarnos en la profundidad de su boca
Recuperar el doble salto de corza de sus cejas
Para nuestro desconcierto encontramos
Solamente un óvalo
Balanceándose en el aire del pasado
Como una fruta solitaria.
Entonces la memoria
En una desesperada maniobra de rescate
Emplea palabras verdes
Como enebro
Enredadera
Boscaje
Y se vale de una mandolina
Como música de fondo
Para lograr su restitución.
Pero el veredicto del tiempo es inapelable.
Y traicionero el trabajo del olvido.
Ahora te comprendo
Dolorida Ginevra Benci
Cuando en la oscura sala de un museo
Norteamericano miras hacia nadie
Sin esperanza, como una lámpara encendida
En pleno día
Soportando impasible
Las parejas que pasan de largo sin detenerse a mirarte
Los cumplidos que hacen de otras madonnas.
De nada te ha valido tener la cara más perfecta
La más delicada salida de manos de Leonardo
Porque cargas como una maldición
La marca indeleble
Del olvido.
Serán tu espejo
Toda ventana que te contenga
debes guardarla con cuidado.
Recuerda su exacta longitud,
la distancia que la separaba del piso,
la cortina, la manera de estremecerse
cuando alguien la golpeó suavemente
con un eucalipto;
precisa si al frente había otra ventana,
un árbol velado, una ciudad de ansiosas avenidas
serpenteantes, un patio oscuro
sometido por varios tubos inválidos.
Acércate al atardecer y observa
esa luz tan leve que se detecta en la madera
como el aceite que perdura en los labios
más allá del almuerzo.
*********
Lo que más sorprende, en general,
de los árboles, no es su rápida decisión
en la subida, ni su presencia, en algunos casos,
ejemplar, sino su infinita capacidad
de división: del único tronco se desprenden
las gruesas ramas primarias
que trazan en el aire su estructura.
Como amantes que se juran
no volverse a cruzar en su camino
las ramas secundarias se dividen
sucesivamente, hasta que las yemas
se convierten en la última orilla
de todas las hojas.
Observando los árboles
supe cómo tu cuerpo
acaba en gemido
*********
Después de largos meses de lluvia
el temeroso caracol saca sus antenas
y con la lenta decisión de un santo
bendice el regreso de la calma.
Incrédulo del sol,
avanza en medio de un esplendor
hasta ahora permitido.
Bajo su caparazón aún resuenan
las lecturas de enormes legajos
que reposaban en la vastedad de su iglesia.
El caracol inicia su marcha hacia las hojas
y descubre el final de la lluvia
en la humedad de la tierra.
PELIGROS DE UNA CORRESPONDENCIA
Hasta donde se debe contar una soledad
las cartas escritas en los cafés desocupados
son peligrosas, porque dejan
mala impresión en los meseros.
Por más que andemos el mismo camino
no nos dejarán de doler
las firmes aves, la tremenda ternura
de lo ajeno, lo que completa
el corazón. Por poner un ejemplo
tendría que hablar de los viejos recortes
que Gerardo pegó hace 10 años
en la pared de la portería.
No es prudente arrinconar a la soledad
contra la mañana, amenazarla con la punta
de la pluma sobre las mesas, observar
a contraluz el crecimiento de sus vértebras,
mientras alguien distraído
barre la entrada, porque
se puede colar un eco, porque en ese momento
la caída de una cuchara puede ser mortal.
ROMÁNICA
El que ha hecho de sus días
un capitel desesperado
busca refugio cerca del agua,
abusa de la dividida bondad de unos labios,
prolonga los sabores de septiembre.
Y ama los árboles. Se compara
con esos maestros venidos de Borgoña,
de Flandes, de Suabia,
que recorrieron el camino de Santiago
limpiando su corazón
---monstruos y herejías, serpientes y vacío,
dulzura---
al esculpir en la piedra todos sus temores.
Y no pide más que pájaros. Y mira a unos ojos
y no pide más que pájaros.