Con este título, JOSE I. DELGADO BAHENA, publicó en 2004 un poemario. Con su autorización se reproducen cinco poesías a continuación.
QUIERO
Quiero tenerte entre mis brazos sin hablar
sólo besándonos, mordiéndonos,
juntando nuestros sexos,
acariciándonos.
Quiero recorrer tu cuerpo
con mis dedos de fuego,
con mis labios ardientes,
con mis sueños;
que enlaces tus piernas
con las mías,
y que, con tus manos,
me envuelvas de alegría.
Quiero morderte el cuello,
las orejas,
tus pezones de miel,
y tu sexo:
panal de abeja.
Quiero que me beses
como sabes hacerlo,
hasta sangrar nuestros labios
y que juntos
explotemos de placer
hasta el cansancio.
EL AMOR SE SIENTE
El amor no se nombra,
no se dibuja
ni se escribe· en un papel.
El amor se siente
entre las venas
y nos enferma la piel.
No se dice el amor
como decir pan,
o viento,
futbol o pez;
el amor no se dice,
ni se inventa.
Es como tener una puerta abierta
Por la que entre el mar
Para después
guardarlo en una bolsa
y obsequiarlo en navidad.
El amor es infantil,
adolescente, tierno,
no le importa la edad;
se presenta,
te envuelve, te adormece
y te hace naufragar,
mas también inventa cuentos, derrumba muros,
construye puentes,
te calla y te hace hablar.
Así, el amor te hace fuerte, cobarde, débil y valiente; porque en el espejo de la vida el amor no se ve,
sólo se siente.
¿POR QUÉ TE FUISTE?
¿Por qué te fuiste?
Me dejaste el silencio
clavado en mi ventana,
huiste por el hueco de la luna hacia el sol y el infinito.
¿Por qué te fuiste?
Te llevaste el sueño,
rompiste el universo,
cruzaste el tiempo seco rasguñando el alma.
y yo, aquí,
separado de ti sin encontrarme haciendo nudos
con los hilos de la noche, sumido en la niebla del camino
por el que escapaste;
viviendo, a solas,
los cielos sin estrellas,
con las manos abiertas, ansiosas,
permanentes ...
Te busco y te pienso
en la distancia,
en el llanto-viento
que arrastra la nostalgia,
en el agua de mar
que corre por mis venas,
en la sed,
en el abismo,
en la eterna soledad
de la esperanza.
AYER
Ayer tuve tus manos,
como palomas: suaves,
entre las mías encendidas;
también tuve tus ojos,
húmedos de luz,
escurriendo lloviznas,
en mi pecho tuve tu nostalgia comprimida;
a veces eras tristeza,
a veces alegría.
Hoy no tengo ni tu nombre
porque,
poco a poco,
se me olvida.
Realmente,
la soledad estorba,
aprieta, asfixia,
pesa, raspa ...
En ocasiones,
como todo buen amigo,
se queda distante, respetuosamente ajena,
pero atenta siempre
a rescatamos
de todo desbordamiento.
y ahí está, lista.
Se mete en todo:
en los recuerdos,
en las ilusiones,
en la mente y en el corazón,
y hasta en los bolsillos.
Hay dos tipos de soledades.
Una es la que se siembra
en las horas nocturnas
y nos atosiga entre las sábanas; ahí la hacemos nacer,
o morir y luego resucita,
crece.
La otra es peor;
porque se incrusta
en las paredes y ventanas
del corazón y nos acompaña desde el amanecer hasta
que llegan las sombras
prostitutas de la soledad nocturna.
la soledad del cuerpo
se complementa
con la soledad del alma
y, las dos juntas,
humillan el fuego de la carne
y la paz del espíritu
en el laberinto de la noche,
en la angustia
y el dolor de madrugada,
en la soledad del tiempo.
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