domingo, 29 de abril de 2007

RAMÓN COTE BARAIBAR

RAMÓN COTE BARAIBAR (Colombia-1963)

GINEVRA BENCI

Hay algo superior

Al amor

Y es el olvido

Porque silenciosamente

Va limando

Puliendo

Despojando

Todo lo que por pasión

O soledad

Consideramos alguna vez eterno.

Un día cualquiera lo advertimos

Cuando al querer recordar la cara

De una mujer mil veces besada

En lugar de repasar sus párpados

Extraviarnos en la profundidad de su boca

Recuperar el doble salto de corza de sus cejas

Para nuestro desconcierto encontramos

Solamente un óvalo

Balanceándose en el aire del pasado

Como una fruta solitaria.

Entonces la memoria

En una desesperada maniobra de rescate

Emplea palabras verdes

Como enebro

Enredadera

Boscaje

Y se vale de una mandolina

Como música de fondo

Para lograr su restitución.

Pero el veredicto del tiempo es inapelable.

Y traicionero el trabajo del olvido.

Ahora te comprendo

Dolorida Ginevra Benci

Cuando en la oscura sala de un museo

Norteamericano miras hacia nadie

Sin esperanza, como una lámpara encendida

En pleno día

Soportando impasible

Las parejas que pasan de largo sin detenerse a mirarte

Los cumplidos que hacen de otras madonnas.

De nada te ha valido tener la cara más perfecta

La más delicada salida de manos de Leonardo

Porque cargas como una maldición

La marca indeleble

Del olvido.

Serán tu espejo

Toda ventana que te contenga

debes guardarla con cuidado.

Recuerda su exacta longitud,

la distancia que la separaba del piso,

la cortina, la manera de estremecerse

cuando alguien la golpeó suavemente

con un eucalipto;

precisa si al frente había otra ventana,

un árbol velado, una ciudad de ansiosas avenidas

serpenteantes, un patio oscuro

sometido por varios tubos inválidos.

Acércate al atardecer y observa

esa luz tan leve que se detecta en la madera

como el aceite que perdura en los labios

más allá del almuerzo.

*********

Lo que más sorprende, en general,

de los árboles, no es su rápida decisión

en la subida, ni su presencia, en algunos casos,

ejemplar, sino su infinita capacidad

de división: del único tronco se desprenden

las gruesas ramas primarias

que trazan en el aire su estructura.

Como amantes que se juran

no volverse a cruzar en su camino

las ramas secundarias se dividen

sucesivamente, hasta que las yemas

se convierten en la última orilla

de todas las hojas.

Observando los árboles

supe cómo tu cuerpo

acaba en gemido

*********

Después de largos meses de lluvia

el temeroso caracol saca sus antenas

y con la lenta decisión de un santo

bendice el regreso de la calma.

Incrédulo del sol,

avanza en medio de un esplendor

hasta ahora permitido.

Bajo su caparazón aún resuenan

las lecturas de enormes legajos

que reposaban en la vastedad de su iglesia.

El caracol inicia su marcha hacia las hojas

y descubre el final de la lluvia

en la humedad de la tierra.

PELIGROS DE UNA CORRESPONDENCIA

Hasta donde se debe contar una soledad

las cartas escritas en los cafés desocupados

son peligrosas, porque dejan

mala impresión en los meseros.

Por más que andemos el mismo camino

no nos dejarán de doler

las firmes aves, la tremenda ternura

de lo ajeno, lo que completa

el corazón. Por poner un ejemplo

tendría que hablar de los viejos recortes

que Gerardo pegó hace 10 años

en la pared de la portería.

No es prudente arrinconar a la soledad

contra la mañana, amenazarla con la punta

de la pluma sobre las mesas, observar

a contraluz el crecimiento de sus vértebras,

mientras alguien distraído

barre la entrada, porque

se puede colar un eco, porque en ese momento

la caída de una cuchara puede ser mortal.

ROMÁNICA

El que ha hecho de sus días

un capitel desesperado

busca refugio cerca del agua,

abusa de la dividida bondad de unos labios,

prolonga los sabores de septiembre.

Y ama los árboles. Se compara

con esos maestros venidos de Borgoña,

de Flandes, de Suabia,

que recorrieron el camino de Santiago

limpiando su corazón

---monstruos y herejías, serpientes y vacío,

dulzura---

al esculpir en la piedra todos sus temores.

Y no pide más que pájaros. Y mira a unos ojos

y no pide más que pájaros.

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EN EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS, LOS DIOSES REPARTIERON DONES A TODOS LOS SERES Y LAS COSAS. A LA RAZA HUMANA NOS DIO LA PALABRA. DESDE ENTONCES, LOS POETAS NO HACEN MÁS QUE TRADUCIR EN POESÍA LA MÚSICA DEL UNIVERSO.