jueves, 2 de octubre de 2014

POR EL 2 DE OCTUBRE DEL 68

A LOS CAÍDOS EN TLATELOLCO
He llegado por fin, vacilante el brazo,
muy baja la cabeza y desnudo el pecho,
sin más lamentos, sin más dolor ni llanto,
heme aquí, sin más presente que estos versos.
Traigo desnudo el pecho, ya te dije antes,
arráncate el puñal con que fuiste muerto
o extrae las hirientes balas de tus carnes
y arrójalas sobre mi pobre cuerpo.
¡Hiéreme! Hazme pedazos el corazón
al descargar sobre mi todo tu odio
¡Hazlo! Porque cuando caíste cara al sol
estabas indefenso, cercado y solo.
¡Solo! Porque yo, cobarde y temeroso,
te di la espalda en los momentos de lucha
y te abandoné creyéndote algún loco,
y sin saber que tu causa era la justa.
Mas hoy que he venido hasta tu gris sepulcro
para que arrojes en mi faz toda tu ira
quiero decir que la luz que en el mundo
encendiste, ya jamás será extinguida.

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EN EL PRINCIPIO DE LOS TIEMPOS, LOS DIOSES REPARTIERON DONES A TODOS LOS SERES Y LAS COSAS. A LA RAZA HUMANA NOS DIO LA PALABRA. DESDE ENTONCES, LOS POETAS NO HACEN MÁS QUE TRADUCIR EN POESÍA LA MÚSICA DEL UNIVERSO.