Otra noche de insomnio
se come el pensamiento.
Oscuridad pletórica
de rostros y de silencios.
La penumbra responde sin palabras
y la ciudad descansa
bajo escasas estrellas.
Insomnio combatido
con poesías o pastillas,
mientras el corazón
y su ritmo nocturno,
nos despierta o arrulla.
En la mesa de noche,
se amontonan los recuerdos
y las almohadas nos hablan
acerca de la experiencia.
Mientras algunos reposan
con sepulcros en los labios
u oleajes en las pupilas
que se cubren con los párpados,
otros pintamos ideas
o dibujamos tristezas,
fabricamos esperanzas,
o recordamos luceros
que veíamos en la infancia.
La inquietud revolotea
como ave blanca intranquila
sobre los huérfanos lechos.
Insomnio,
lago de sombras
cortinaje de tinieblas
en que la luz de una lámpara
nos alumbra una novela.
Insomnio
abismo azul y profundo
donde la imaginación
planea como una gaviota.
Y la añoranza visita
alguna que otra recámara
o sacamos del armario
imágenes olvidadas.
Hay veces
que la nostalgia
vestida en velos de niebla
viene a tomamos en brazos.
Nos aferramos de un libro,
o escribimos un poema.
Encendemos aparatos
o fumamos, o lloramos,
o esperanzas sempiternas
inundan la oscuridad,
porque el insomnio,
no siempre, nos muestra cara de pena.
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